Metodologías educativas

Modos de enseñar:

Aprendizaje basado en el pensamiento

Esta semana, la temática de la que hablaremos se centra en las metodologías educativas. Comenzaremos por su definición: una metodología educativa se puede definir como el conjunto de estrategias, procedimientos y técnicas organizadas y planificadas por el profesorado, de manera consciente y reflexiva, con la finalidad de posibilitar el aprendizaje (Zabalza, 2000).

La forma en la que se materialice la metodología que un profesor elige es crucial, ya que dependiendo de sus características y de las características del grupo puede significar el éxito o el fracaso del proceso de enseñanza-aprendizaje. Es por ello que es importante que las metodologías escogidas se adapten a la clase, los contenidos y los objetivos de aprendizaje. 

Actualmente, se promueven las metodologías activas, es decir, el proceso interactivo basado en la comunicación profesor-estudiante, estudiante-estudiante, estudiante-material didáctico y estudiante-medio, que potencia la implicación responsable de este último y conlleva la satisfacción y enriquecimiento de docentes y estudiantes (López, F. , 2005). Dentro de estas metodologías se encuadra el Aprendizaje basado en proyectos, el aprendizaje cooperativo, el aula invertida, el aprendizaje-servicio, la gamificación, etc.

Fuente

En esta entrada nos centraremos en una metodología activa en concreto: aprendizaje basado en el pensamiento (TBL, por sus siglas en inglés). Es una metodología educativa que busca desarrollar en el alumnado habilidades de pensamiento crítico, creativo y metacognitivo, integrándolas de manera explícita en el currículo. 

Según Robert Swartz, uno de los principales impulsores de esta metodología, el TBL consiste en "infusionar" estrategias de pensamiento dentro del contenido académico, permitiendo que los estudiantes no solo adquieran conocimientos, sino que aprendan a pensar de manera eficaz sobre lo que están aprendiendo.

Es decir, no se trata de enseñar pensamiento crítico por separado, en actividades aisladas, sino de hacer que el alumnado piense profundamente mientras aprende matemáticas, lengua, ciencias, etc.. Por ejemplo, en lugar de solo explicar una suma, se les puede invitar a comparar distintas estrategias para resolverla, justificar por qué una es más eficiente o evaluar errores comunes.

Entre el 92 y 95% de lo que se aprende en al escuela no tiene un impacto duradero en la vida de los estudiantes. Esta metodología parte de la necesidad de cambiar la forma en la que se enseña, es decir, acabar con las metodologías tradicionales en las que se prioriza la memorización y reproducción de información.  

Es importante que los alumnos sepan tomar decisiones hábiles, evaluar diferentes perspectivas, o evitar conclusiones precipitadas, ya que esto hará que comprendan mucho mejor lo que están aprendiendo. También se aborda el tema de la creatividad, que puede y debe enseñarse, pues permitir que los estudiantes exploren múltiples soluciones y enfoques, fomenta la innovación y pensamiento original. 

En esta metodología el docente tiene un papel facilitador del pensamiento, es decir, debe crear un entorno en el que se valore el pensamiento profundo, más allá de lo superficial, haciendo preguntas, y sirviendo de andamiaje. 

Implementar el TBL en el aula conlleva múltiples beneficios:

  • Es transversal y aplicable a todas las asignaturas y otros aspectos de la vida.
  • Es activa y significativa.
  • Estimula la autonomía y el trabajo en equipo al mismo tiempo.
  • Es duradera: una vez que aprenden estas estrategias ya no se olvidan.
  • Hacen más fáciles las evaluaciones de los alumnos.
  • Se puede aplicar desde infantil.
  • Ayuda a tener más habilidades para tomar decisiones.
  • Potencia la creatividad necesaria para proponer ideas y solucionar problemas.
  • Mejora habilidades de análisis, clasificación y evaluación de los contenidos propuestos.
  • Ayuda a mejorar la expresión oral, escrita y la escucha
Robert Swartz nos habla de una estrategia de pensamiento  que profundiza y enriquece la comprensión: pensamiento parte-todo. Se trata de una serie de preguntas a realizar que los alumnos deben responderse para guiar su pensamiento cuando piensan en partes de un todo. 
  1. ¿Cuáles son las partes más pequeñas que componen el todo?
  2. ¿Qué pasaría si faltara cada una de las partes?
  3. ¿Cuál es la función de cada parte?
  4. ¿Cómo funcionan las partes para que el todo haga lo que hace?

Este tipo de pensamiento se puede aplicar en prácticamente todas las áreas: en literatura (analizando una historia), en matemáticas (un problema complejo), en historia (una época), o incluso en la convivencia (una situación de conflicto).  

Reflexión:

La forma en que enseñamos determina la manera en que los estudiantes aprenden a interpretar el mundo. Las metodologías activas no solo les permiten adquirir conocimientos, sino que les enseñan a pensar de manera crítica, a cuestionar, a conectar ideas y a tomar decisiones fundamentadas. En un contexto educativo donde la memorización sigue predominando, el aprendizaje basado en el pensamiento (TBL) ofrece una alternativa transformadora. No basta con transmitir información; es necesario que los alumnos construyan su propio conocimiento, explorando estrategias, desarrollando creatividad y fortaleciendo su capacidad de análisis. En definitiva, el aula debe ser un espacio donde aprender a pensar sea tan importante como aprender contenidos.

Referencias bibliográficas:

  • López, F. (2005). Didáctica de las metodologías activas. Ediciones Aljibe.

  • Swartz, R. J. (2008). Thinking-based learning: Activating students’ potential. Allyn & Bacon.

  • Zabalza, M. A. (2000). Diseño y desarrollo curricular. Narcea Ediciones.

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