Las emociones en la educación

Educación e inteligencia emocional

Cuando hablamos de inteligencia emocional, nos referimos a la capacidad que tenemos las personas para reconocer, comprender y gestionar nuestras propias emociones, así como identificar y entender las emociones de los demás. 

Bisquerra (2011) define la educación emocional como un proceso educativo continuo y permanente, que busca potenciar el desarrollo de competencias emocionales, con el objetivo de capacitar a las personas para afrontar mejor los retos que se presentan en la vida diaria. En este sentido, trabajar la inteligencia emocional dentro de las aulas es fundamental, ya que no solo favorece un mejor clima de convivencia y aprendizaje, sino que también ayuda a que el alumnado aprenda a conocerse a sí mismo, a desarrollar la empatía y a mejorar sus habilidades sociales, aspectos clave para su desarrollo personal y social, tanto en el presente como en el futuro.

Concretamente, en los centros educativos, se materializa a través de los objetivos y planes desarrollados. En el colegio Inmaculada del Triunfo, si acudimos a su Proyecto Educativo de Centro, podemos ver diferentes alusiones:

OBJETIVOS GENERALES DE INFANTIL
  • Conocer su propio cuerpo y el de los otros, así como sus posibilidades de acción, y aprender a respetar las diferencias.
  • Observar y explorar su entorno familiar, natural y social.
  • Adquirir progresivamente autonomía en sus actividades habituales.
  • Desarrollar sus capacidades emocionales y afectivas.
  • Relacionarse con los demás en igualdad y adquirir progresivamente pautas elementales de convivencia y relación social, así como ejercitarse en el uso de la empatía y la resolución pacífica de conflictos, evitando cualquier tipo de violencia. 
  • Desarrollar habilidades comunicativas en diferentes lenguajes y formas de expresión. 
  • Iniciarse en las habilidades lógico-matemáticas, en la lectura y la escritura, y en el movimiento, el gesto y el ritmo. 
  • Promover, aplicar y desarrollar las normas sociales que fomenten la igualdad entre hombres y mujeres.

A partir de este enfoque, en el que se asientan las Competencias Clave, enunciamos de manera más concreta las orientaciones metodológicas que darán forma a las Programaciones Didácticas: 
  1. Se realizarán actividades que estimulen la motivación por la integración y la utilización de las tecnologías de la información y la comunicación. 
  2. Se fomentará el trabajo en equipo del profesorado con objeto de proporcionar un enfoque multidisciplinar del proceso educativo.
  3. La lectura es un factor clave para el desarrollo de las competencias. Se incorporarán actividades y tareas para el desarrollo de la competencia en comunicación lingüística.
  4. Se desarrollarán dinámicas de trabajo que ayuden a descubrir el talento y el potencial de cada alumno y alumna y se integrarán diferentes formas de presentación del currículo, metodologías variadas y recursos que respondan a los distintos estilos y ritmos de aprendizaje del alumnado.
  5. Se fomentará el uso de herramientas de inteligencia emocional para el acercamiento del alumnado a las estrategias de gestión de las emociones, desarrollando principios de empatía y resolución de conflictos que le permitan convivir en la sociedad plural en la que vivimos.
Además, tanto en las aulas como en los pasillos podemos encontrar material destinado al trabajo de las emociones con uno mismo y con los demás.





El libro Tengo un volcán dentro y no quiero respirar, de Miriam Tirado, es una herramienta clave para trabajar la inteligencia emocional en niños de 3 años, una etapa en la que comienzan a experimentar emociones intensas, pero aún no poseen la madurez suficiente para gestionarlas de manera adecuada.

La historia utiliza la metáfora del volcán para representar la ira y la frustración, emociones que los niños pequeños pueden sentir con frecuencia cuando se enfrentan a situaciones que no comprenden o que no saben manejar. A través del relato, los niños no solo se identifican con la protagonista, sino que también descubren la importancia de la respiración como una estrategia para calmarse.

Según Goleman (1995), la inteligencia emocional implica reconocer, comprender y regular las propias emociones, algo que debe enseñarse desde la infancia. A los 3 años, los niños aún están desarrollando su lenguaje emocional y, en muchas ocasiones, expresan sus sentimientos a través de rabietas o conductas impulsivas. Libros como este les ayudan a poner nombre a sus emociones y a encontrar formas adecuadas de gestionarlas.

Trabajar la inteligencia emocional en el aula de infantil es fundamental para su desarrollo personal y social. A través de cuentos como Tengo un volcán dentro y no quiero respirar, los niños aprenden que es normal sentir emociones intensas, pero que existen herramientas, como la respiración consciente, que les pueden ayudar a manejarlas. Fomentar este aprendizaje desde pequeños les permitirá desarrollar habilidades emocionales que influirán positivamente en su bienestar y en sus relaciones con los demás.

El libro enfadado es una historia interactiva y visualmente llamativa que muestra a un libro que, como su propio nombre indica, está muy enfadado. A lo largo de sus páginas, expresa su ira de distintas maneras, invitando al lector a descubrir qué le ocurre y cómo puede ayudarle a calmarse. A través de un tono cercano y divertido, el libro enseña a los niños de 4 años a reconocer el enfado como una emoción natural y a explorar formas sencillas de gestionarlo. Con una narrativa dinámica y participativa, convierte el aprendizaje emocional en una experiencia entretenida y accesible para los más pequeños.

La oca de las emociones es un juego educativo diseñado para ayudar a los niños a identificar y expresar sus emociones de una manera divertida. El tablero del juego está lleno de casillas que representan diferentes emociones, como la felicidad, la tristeza, el miedo o la sorpresa. Al avanzar por el tablero, los niños deben reconocer la emoción que aparece en cada casilla y compartir cómo se sentirían en esa situación, fomentando así la autorreflexión y la empatía.

Este juego no solo promueve el conocimiento emocional, sino que también estimula habilidades sociales, como la escucha activa y el respeto hacia los sentimientos de los demás. A través de la dinámica de jugar, los niños tienen la oportunidad de practicar la gestión de sus propias emociones y aprender a reconocer las emociones de los demás, lo que fortalece su inteligencia emocional de manera lúdica y participativa.

En las aulas y pasillos de primaria se cuenta con diferentes espacios destinados a tratar temas como la solución de conflictos o murales con mensajes de unos compañeros a otros. 

En el  pasillo en el que se encuentran las clases de primero y segundo de primaria hay un mural en el que aparecen los pasos a seguir en caso de conflicto, ayudando a los alumnos a hacer uso de la escucha activa y de la gestión de las emociones. Los pasos que se indican son los siguientes:

  1. Nos calmamos
  2. Hablamos y escuchamos
  3. ¿Qué necesitas que cambie?
  4. Proponemos soluciones
  5. Elegimos la mejor solución para todos

En el pasillo de la clase de tercero y cuarto de primaria, cuentan con un cariñograma, una actividad en la que los alumnos debían elegir un compañero al que les quieran decir algo, escribir en un papel un .mensaje de cariño e introducir en un sobre el papel de manera anónima. El cariñograma es una actividad que fomenta la expresión de emociones positivas y fortalece los vínculos entre los alumnos. A través de esta dinámica, los niños pueden transmitir mensajes de afecto y reconocimiento de forma anónima, lo que contribuye a crear un ambiente de confianza y seguridad emocional en el aula. Además, ayuda a desarrollar la empatía y la autoestima, ya que recibir palabras amables refuerza la motivación y el bienestar de cada estudiante.

Reflexión

Desde mi experiencia, creo firmemente que la inteligencia emocional debería ocupar un lugar prioritario dentro del proceso educativo, igual que lo hacen las matemáticas o la lengua. Los niños no solo vienen al colegio a aprender contenidos, sino también a conocerse, a convivir, a expresar lo que sienten y a entender a los demás. Cuando un alumno sabe gestionar lo que le pasa por dentro, todo lo demás fluye mejor: se relaciona con más calma, aprende con mayor confianza y se siente más seguro.

Actividades como el cariñograma, los murales con pasos para resolver conflictos o incluso algo tan sencillo como leer un cuento sobre el enfado, tienen un impacto enorme en el clima del aula y en el desarrollo personal de los alumnos. No se trata de grandes proyectos, sino de detalles que, cuando se trabajan de forma constante, van dejando huella.

Por eso, considero que educar emocionalmente es sembrar en el presente para recoger en el futuro. Es enseñarles a ser personas completas, con recursos para afrontar la vida más allá del colegio.

Referencias bibliográficas

Bisquerra, R. (2011). Educar las emociones en la infancia y la adolescencia. Grupo SM.

Bisquert, M. (2021). Tengo un volcán dentro y no quiero respirar. Ediciones Flamboyant.

Goleman, D. (1995). Inteligencia emocional. Kairós.


Comentarios